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En la actualidad aproximadamente 300 millones de personas en el mundo sufren de depresión, y nuestro país no es la excepción. Se estima que entre el 5 y el 10 % de los adolescentes padecen Depresión.
La tristeza es inherente al ser humano, no podemos evitarlo. La vida nos afecta a todos y estar tristes, es parte irrenunciable de los devenires, y estos se presentan a la vuelta de la esquina: en el colegio, en la familia, con el grupo de amigos, en el club, etc.
Hay ocasiones en las qué el dolor se vuelve intransitable, esa experiencia no es conocida por todos. Momentos en dónde ya no podemos continuar, el malestar es tan grande y profundo que no nos permite levantarnos, ahí es cuando necesitamos ayuda.
Según Blum (2000), los jóvenes tienen mayor probabilidad de sufrir depresión debido a los procesos de cambio - fìsicos, psicológicos, socio-culturales y cognitivos -, que demandan de los adolescentes el desarrollo de estrategias de afrontamiento con objetivo de establecer un sentido de Identidad, autonomía, éxito personal y social.
Tanto en los adolescentes, como en los niños, los síntomas no difieren de los adultos - solo en la intensidad- . Para poder diferenciarlos, es preciso la ayuda de un profesional que pueda diagnosticar correctamente y nos indique los posibles tratamientos.
La depresión se presenta como un trastorno que implica cambios en el estado de ánimo. Como sintomatología, suele aparecer:
- Alteraciones en la alimentación. Pueden comer en atracones o dejar de comer por largos intervalos, debemos prestar mucha atención a esto, muchas veces está asociado a problemas de bajo autoestima.
- Alteraciones en el sueño, pueden dormir mucho o tener grandes complicaciones para conciliar el sueño. La cultura occidental padece este flagelo, la exposición a la pantalla y a las “tics” (técnologías informáticas), pueden influenciar bastante en esta patología.
- Alteraciones en la concentración; el estudiante no puede concentrarse, incluso en aquellas actividades que antes conseguía buenos resultados.
-Presencia de un profundo desinterés (apatía), el/la joven no se encuentra/o estimulado/a, ya no concurre a los espacios que antes iba con gusto, se aísla todo el tiempo y deja de tener vínculo con sus amistades.
-La pérdida - casi completa - de placer (anhedonia), las actividades que tanto le gustaban ya no le generan nada o le dan lo mismo. Acompañado por un constante sentimiento de insatisfacción y una desolada tristeza, ya nada le interesa, ni lo/a motiva. No puede visualizarse hacia el futuro - Desesperanza -, viviendo el presente casi por inercia.
-El cansancio exagerado (fatiga) es otro de los síntomas habituales, con actividades de poco esfuerzo parecen agotarse las baterías.
En caso de visualizar varios de estos síntomas, es importante ponerse en contacto con un especialista.
Algunos “ tips” :
Creer en su discurso y darles una contención real son fundamentales para enfrentar este proceso. Es una patología dura, que implica un proceso de aceptación por parte del adolescente y repercute en toda infraestructura familiar. Es un camino largo y arduo, que necesita de mucha tolerancia, ya que no existen procesos mágicos.
Tratar de no llenar de consejos es fundamental, no abrumarlo. Motivar, siempre, en la medida de lo posible. Visitar lugares de interés, sin presiones, a su tiempo. Invitarlo a retomar el ejercicio, poniendo énfasis en el movimiento, sin exigir demasiado. Empezar por caminar, reconociendo los pequeños logros.
Buscar objetivos cortos, siempre poniendo énfasis en la salud, es importante admitir que las prioridades cambiaron. Siempre se puede volver de un año educativo trunco, no hay que insistir ni lamentar, es crucial reconocer que es todo parte del mismo proceso.
Para las familias es importante visualizar las actitudes esperables de los adolescentes y aquellas que puedan ser parte de una posible depresión. Debemos tomar en serio los indicios y no minimizarlos, no creer que no pueden salir de esa situación porque - simplemente- no ponen voluntad. Lo han intentado y no han podido, lo peor que podemos hacer es subestimar los síntomas. No debemos proyectar nuestras vivencias ni expectativas, cada ser humano es diferente y transita los problemas como pueden. Es importante reconocer nuestras limitaciones, aceptar que a veces no pueden solos y nos necesitan para salir.
Lic. en Psicolgía Cristian Olivera
Psicólogo Institucional
Colegio Richard Anderson
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